Los Niños en la Terapia Familiar

Si bien muchos terapeutas presentan problemas para incluir a los niños dentro de las sesiones con la familia, es importante recalcar, al decir de E. Tilmans (1981), que un niño puede ser un coterapeuta muy útil; así por ejemplo, es el mejor indicador de la situación afectiva de la familia y puede ser la puerta de entrada al sistema familiar, con la condición que el terapeuta sea capaz de utilizar el movimiento y la acción en términos interacciónales a fin de crear un terreno de reencuentro entre adultos y niños. Así el juego y el dibujo, por ejemplo, pueden ser medios eficaces para recolectar información del sistema familiar, recordando siempre que todo ello se hace otorgando una importancia particular a la comunicación analógica o no verbal.

El juego también puede servir para reestructurar el sistema familiar, en función de su significación metafórica y en tanto que parte de una prescripción o de una estrategia más amplia que tenga por objetivo provocar un cambio en las reglas del sistema familiar. Por su gran simplicidad y temporalidad puede ser utilizado en operaciones de reestructuración, si el terapeuta utiliza ciertas reglas disfuncionales y las adopta como reglas de un juego, entonces puede ir más allá de una simple actividad lúdica.

Los juegos pueden revelar la naturaleza paradojal de los mensajes, en los cuales los niveles digital y analógico están en contradicción. Los juegos revelan también el nudo de un problema, sin empujar a los participantes hacia una escalada fútil y exasperante porque “no es más que un juego y no hay razón de tomarlo muy en serio”.

Otro aspecto importante es, como lo señalaba Cloé Madanes (1984), “la conducta con que el niño protege a sus padres es función del sistema de interacción familiar”. Al final el niño está implicado en un “juego relacional” que busca proporcionar al sistema un equilibrio en que su sacrificio es la piedra angular; por ello uno de los objetivos primordiales del terapeuta es el de descubrir quienes más están implicados en este “juego relacional” en el que hay reglas implícitas que lo determinan, como por ejemplo, el que está prohibido terminar o abandonar este juego; en tal sentido instrumentos como la “escultura familiar” suelen ser útiles.

El terapeuta puede planear una estrategia para intentar resolverlo, en ella debe considerar:

  1. Que el sistema expresa analógica o metafóricamente un problema y que a su vez es una solución.
  2. El terapeuta comienza por determinar quién es el foco de la preocupación del niño, a quién protege éste y de qué manera lo hace.
  3. No es determinante que la familia cobre conciencia de la manera en que se produce la comunicación.
  4. La terapia se planea en etapas.
  5. Cada familia necesita un abordaje propio y específico.

Al final el terapeuta deberá desplegar toda su creatividad para resolver el problema, la misma que emplea el niño cuando juega, la misma que pude descubrir en los ojos de mi hija cuando jugaba.

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